Envueltos en momentos de deseos,
los dos extraños jugaban a quererse con sentimiento,
fingiendo cual actores que era cierto,
aunque lo único verdadero era la pasión que llevan dentro.
Qué podrían tener de común don mundos contrapuestos,
solo la intensidad que sentían sus cuerpos,
era tan poco el conocer algo de ese otro,
que tan solo sus besos los hacía olvidar esto.
El lenguaje en el que siempre coincidieron,
era en el idioma de esos momentos,
pero insuficiente para estos extraños,
que disfrutaban el rato, pero el vacio los seguía acompañando.