Opresión, ahogo, desasosiego. De repente esa curva elevada al cielo que había formado en mi rostro comisuras de alegría, en sintonía al brillo de los ojos, empezó a desdibujarse, contorneándose hacia una tierra que se amarraba al nudo del habla impidiéndome proseguir. Tuve que detenerme ya que aquellas lagrimas dormidas en un tiempo maquillado de buenos momentos, empezaron a asomarse sin permiso, desbordadas cual caudal de rio crecido que se atropellaban por salir, quizás por el temor a volver a ser ocultadas, sin entender el cómo o el porqué ahora, después de tanto tiempo es que decidí entregarme a ese irrefrenable deseo de sentir, de expresar aquello más puro y verdadero. Un torrente de angustia contenida que requería hacerse presente para hacerme saber que allí estaba, y mostrarme desnuda ante mis mayores flaquezas. Pude así verme desvalida de herramientas, de posturas, y hasta de la lógica más certera. Sólo sé que por un instante decidí entregarme a sentir y a vivir lo que me pasaba, a atreverme a mirar la simple complejidad del alma.
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